
Lesia Koltikova, cofundadora de la organización «Casa de Ucrania»
Ucrania ha centrado recientemente su atención en la región de América Latina y el Caribe. Y resultó que las actividades de Rusia (de una forma u otra de su condición de Estado) para aumentar su influencia y presencia informativa aquí han estado ocurriendo durante aproximadamente un siglo. Desde mediados de la década de 1920, Moscú viene adoptando medidas sistemáticas para promover sus narrativas. Con el tiempo, estos procesos han adquirido una forma completamente institucionalizada.
Es importante darse cuenta de que, una vez establecida, una conexión puede funcionar durante años, especialmente si tiene un objetivo universal declarado: intercambio intercultural, investigación mutua, un comité de amistad, cualquier cosa que suene humanístico y neutral.
Estas instituciones existen desde hace más de unos años: décadas, y más de una generación de personas ha crecido bajo su influencia. Cuando activistas ucranianos en México acudieron a la institución estatal responsable de la cinematografía con una solicitud de ayuda para organizar el estreno de la película “Bucha”, recibieron la siguiente respuesta: “Esta película proyecta una sombra sobre la gran cultura rusa”.
En las filarmónicas más grandes de la región, un tercio del repertorio de conciertos por temporada puede consistir en obras de compositores rusos. En la región se realizan activamente cursos sobre “literatura rusa”, donde 2 de cada 10 autores son ucranianos, 1 es bielorruso y el resto fueron asesinados en el exilio o ahora son reconocidos como agentes extranjeros en la propia Federación Rusa. Al mismo tiempo, la imagen de una “gran nación” se exporta sistemáticamente al extranjero. La “huella rusa” se puede encontrar en universidades, bibliotecas y libros de texto escolares (por ejemplo, temas como “Viaje a Rusia”).
A menudo se argumenta que Ucrania no tiene recursos suficientes para realizar inversiones a largo plazo en la región, especialmente durante la guerra y en el contexto de la reconstrucción futura. Pero donde no hay cantidad, hay que tomar calidad. Ucrania tiene mucho que ofrecer a los latinoamericanos: nuestra historia, música, ciencia y patrimonio cultural merecen atención. Los esfuerzos deben dirigirse a la construcción de futuras instituciones: comités internacionales (como ocurrió recientemente en Perú), centros de investigación. Sólo de esta manera la presencia de Ucrania en la región será permanente y no dependerá de personalidades del poder ejecutivo o de la diáspora ucraniana.
En un año, cinco o diez años, estas instituciones ayudarán a cambiar radicalmente la situación en la región. Afortunadamente, hoy en día la información no se transmite en papel a través de barcos a través del océano, sino en una fracción de segundo: a través de Internet.
Fotografía: fuentes abiertas