
Boris Gudziak, Metropolitano de la Iglesia greco-católica ucraniana, Jefe de la Arquidiócesis de Filadelfia en los EE.UU.
Fuente: América – The Jesuit Review
«La guerra es paz.» La libertad es esclavitud. «La ignorancia es fuerza» – George Orwell en la novela «1984».
En marzo de 2025, la frase “paz en Ucrania” se había vuelto tan común como “guerra en Ucrania” en febrero de 2022. El Papa, presidentes, políticos de diversas tendencias, líderes religiosos y gente común hablan ahora de paz.
Después de tres años de una guerra brutal y destructiva, Ucrania necesita urgentemente la paz. Los civiles de Járkiv, Zaporiyia, Kriviy Rig y Odesa, ciudades constantemente atacadas por bombas, drones y misiles rusos, anhelan noches sin miedo y días sin explosiones ni muertes. Los defensores ucranianos, que se mantienen firmes en las trincheras de los frentes de Donetsk y Zaporiyia, sueñan con la paz y con la oportunidad de regresar a sus familias y a su vida de antes de la guerra. Seis millones de refugiados ucranianos y cuatro millones de desplazados internos esperan regresar a su hogar, si es que su hogar todavía existe. Buscan reunirse con sus familias en condiciones de seguridad. Nadie desea la paz más que los ucranianos, que siguen luchando contra el agresor que pretende destruirlos.
¿Por qué los ucranianos continúan luchando? Porque entienden que la paz es imposible si Ucrania deja de defender a sus ciudadanos, su territorio y su dignidad. La ocupación no es paz. Rusia ocupó parte de las regiones industriales más densamente pobladas de Ucrania: el 20 por ciento del territorio, donde viven millones de ucranianos. Una investigación de Associated Press muestra que miles de civiles ucranianos están detenidos en prisiones formales e informales en toda Rusia y en territorios ocupados, donde son sometidos a tortura, abusos psicológicos e incluso trabajos forzados.
La reciente noticia sobre la detención de la periodista ucraniana Viktoria Roshchina ha conmocionado al mundo. Fue arrestada mientras informaba desde los territorios ocupados y murió en una prisión rusa, y su cuerpo todavía está en manos de las autoridades rusas. Los funcionarios ucranianos que trabajan para devolver los cuerpos de los civiles que murieron en cautiverio ruso informan que el 80% de estos cuerpos muestran signos de malos tratos y tortura. Y éstos no son prisioneros de guerra, sino civiles.
Dos sacerdotes católicos ucranianos, redentoristas, pasaron 18 meses en cautiverio ruso después de ser acusados falsamente de espionaje. Su liberación sólo fue posible gracias a los complejos esfuerzos de la Santa Sede. Pero ¿cuántas personas permanecen aún cautivas? Cuando hablamos de paz en Ucrania, no podemos olvidarnos de ellos. ¿Qué significa la paz para ellos?
Algunas voces piden una paz inmediata a cualquier precio, sin importar las intenciones genocidas del agresor ni las consecuencias a largo plazo de un acuerdo apresurado y poco meditado. Sin embargo, el mundo, incluidos los líderes políticos y religiosos, debe rechazar la ilusión del pacifismo que ignora las duras realidades del mal y la injusticia.
Los ucranianos ya han pasado por ese camino. Durante sus dos primeras décadas de independencia, Ucrania redujo el tamaño de sus fuerzas armadas en un 90%, de 900.000 a 15.000 soldados listos para el combate en 2014, cuando Rusia atacó por primera vez. En 1994, Ucrania sentó un precedente histórico al desarmar completamente el tercer arsenal nuclear más grande del mundo a cambio de garantías de seguridad proporcionadas por Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia. Ucrania tenía más armas nucleares que el Reino Unido, Francia y China juntos. Ella rechazó todo esto porque no quería la guerra. Hoy en día, estas garantías de seguridad ni siquiera valen el papel en que fueron escritas.
Como personas de fe, estamos llamados a buscar caminos hacia la paz, a pesar de las dificultades aparentemente insuperables. El Señor nos llama a la paz. Su mandamiento resuena siglos después: “No matarás”. Somos responsables de la paz y de la esperanza.
Fotografía: synod.ugcc.ua